La grave situación política, económica y social que vivió España a finales del siglo XIX, fue conocida como "la crisis del 98", pues en este año se sucedieron una serie de acontecimientos que marcaron una situación caótica que, no obstante, se había iniciado mucho tiempo atrás y correspondió además, al periodo en el cual muchos de los intelectuales provocaron una profunda reflexión sobre las causas de tales momentos azarosos. Dichos intelectuales que promovieron vías de salida al momento que les había tocado vivir, fueron conocidos, entonces y ahora, como la "generación del 98".
El año de 1898 fue para España uno de los peores: en enero, los republicanos lanzaron una campaña contra el sistema que permitía, mediante el pago de dinero, sustraerse del servicio militar; en febrero, Barcelona fue escenario de una imponente manifestación obrera que pidió responsabilidades por la tortura y fusilamiento de cinco anarquistas. En Abril los E.U. declararon formalmente la guerra a España y en diciembre perdió sus últimas posesiones en América (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las Islas Guam).
Todos estos factores arrastraron a España, a lo largo de muchos años, al punto que he denominado "la crisis del 98", entorno en el cual, -con unos cuantos años de diferencia-, aparecieron los llamados intelectuales "regeneracionistas", como Joaquín Costa y Pérez Galdós, quienes se limitaron a propugnar una serie de medidas de carácter coyuntural, las mismas que se resumieron en el lema "escuela y despensa". Solamente, después de todos los sucesos de los que he dado cuenta en estas líneas, (la pérdida de las colonias, la difícil situación económica, etc.). A esta generación, talentosa y transformadora, perteneció Unamuno, Valle Inclán, Pío Baroja, Azorín, entre otros.
Los españoles comprendieron, de esta manera, que les era posible dar un paso al frente, construyendo la Patria a partir de las nuevas realidades, sin abominar la historia, poniéndose al lado de los tiempos modernos y del desarrollo de los pueblos. Intentando, de otro lado, evitar la confrontación de unos contra otros y promoviendo que el nuevo orden respondiera al conjunto de los ciudadanos. Talentosa y patriótica tarea entonces la de aquellos españoles de finales del siglo 19. Su ejemplo debe nutrirnos a los hombres y mujeres que somos testigos de focos crecientes que nos llevan a la depredación social y moral, a la estulticia del poder, al inmenso olvido de los desposeídos, a la claudicación de todos los valores y a la creciente deformación de la verdad, en medio de la vaciedad de propuestas, de la inexacta comprensión de las causas que nos impiden construir un nuevo orden.
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